lunes, 8 de junio de 2015

¿Por qué?

Me he dado cuenta de que vivo pensando en el mañana. En que hago todo por mi futuro, por no defraudarme a mí o a los demás. Vivo sin disfrutar del presente. No aprecio las pequeñas cosas de las que puedo aprovecharme y dejo otras cosas para después porque no quiero arrepentirme.

Pensar en el futuro es bueno, lo sé. Pero quizá me preocupo demasiado. Quizá el carpe diem de Horacio me vendría bien de vez en cuando. ¿Por qué no arriesgar? Resulta estúpido intentar ordenar todo siempre. A veces el viento viene y se lleva algunas cosas porque no estaban bien sujetas, y quizá no sea tan malo como parece. Olvidar las preocupaciones por un par de minutos viene bien en ocasiones.

Vivir en tensión constante por pensar en el futuro hace que no vea las cosas buenas del presente. Porque... ¿cuándo es el futuro? ¿Cuando termine la carrera? ¿O cuando lleve cuarenta años trabajando? A veces el futuro es el ahora que acaba de pasar. A veces el desorden es bonito. Te caracteriza. Aunque quizá el orden también. No sé. Sólo sé que espero por algo que en realidad sé que nunca va a llegar, porque el futuro es sólo un concepto. El futuro no existe realmente. Y espero un futuro. O esperaba.

Quién sabe si llegará un día en el que cambie mi vida por completo y lo que he hecho haya sido en vano. O quién sabe si algún día agradeceré todo lo que he sacrificado por mejorar. Creo que no ser bueno no siempre te sale mal. No seguir las reglas al pie de la letra no tiene por qué ser lo mejor.

¿Y por qué me pregunto todo esto ahora?

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