lunes, 24 de junio de 2013

Nunca es tarde para sonreír.

Despertar cada día con una sonrisa, aun sin motivos para hacerlo. Pensar que algo nuevo y mejor que lo anterior está por venir. Empezar llena de lágrimas una nueva etapa, y acabarla del mismo modo. Es más o menos como la vida misma, a la que llegas llorando y te vas igual. Y si llegué gritando no voy a callarme ahora. Que agache la cabeza quien esté molesto por mis actos, que me aplauda quien crea que voy haciéndolo bien. Pero si no estuviste en las malas, no vengas a joder en las buenas. Todos tendremos por donde callar, pero no voy a dejarme pisotear por nadie, porque por algo estoy aquí y a algo he venido: a vivir. He venido a vivir mi vida, y yo la controlo. Yo decido si quiero llorar o reír, si bailar o cantar, si ser o no ser feliz. Y por eso sigo aquí, porque, por muchos socavones que hayan en el camino, he sabido saltar cada uno de ellos, y tener suficiente coraje y fuerza para continuar. Y sí, a veces me pierdo, pero poco a poco me voy encontrando. He aprendido a disfrutar, y a no confiar en alguien que aparece de pronto con demasiadas buenas intenciones. ¿Quién dijo que la vida era fácil? La verdad es que la vida es una especie de libro, en el que vamos creando poco a poco una historia de nuestros actos, y de las cosas que padecemos. No todo es bueno o todo es malo, pero sí sabemos sacar el lado bueno y el malo de las cosas. Todos sabemos continuar por la línea que empezamos a seguir cuando todo comenzó, cuando las cosas eran lo bastante fáciles como para ir con los ojos cerrados. Pero cuando llega algo que nos hace abrirlos, es porque nos hemos desviado. Lástima que algunos no sean capaces de reconstruir su vida, lástima de aquellos que creen que tienen a mucha gente a su lado, pero que en realidad se sienten solos y no quieren admitirlo. Pero yo, al menos, sé que nunca es tarde para enmendar un error, y tampoco me arrepiento de haber cometido mis errores, porque en aquel momento hice lo que sentía, pero he aprendido poco a poco que más valen los hechos que las palabras y que, quien te quiere, no te hace daño.