jueves, 25 de julio de 2013

Algo se acciona.

He aprendido que hay sonrisas que esconden muchas lágrimas. Que el pasado es imborrable, el presente impredecible y el futuro inesperado. Que, si deseas con mucha fuerza que pase algo, no lo hará, pero, si te sientas a observar, todo cambia de repente. He aprendido a valorar lo que realmente merece la pena, y a dejar atrás todo aquello que no. Conocer nuevas personas, disfrutar nuevos momentos, probar nuevos sabores. Quizá antes tenía miedo de estar sola, pero ahora es como me gusta estar. He aprendido a desenvolver lo que antes me daba miedo, he aprendido a no mirar atrás. Siempre pienso que el dolor es bueno, nos hace más fuertes, más valientes, más inteligentes. El dolor acaba, la felicidad también. Cuando el dolor termina, algo cambia. Algo se acciona. Una puerta se abre, un suspiro de aire llega. Y es entonces cuando te dejas llevar. A tu manera. Sin pensar en los demás. Sólo en ti misma. Abres los brazos y gritas un “por fin” que nadie oye. Ya no necesitas esa palmada en la espalda que te dice “lo estás haciendo bien”, no. Tu mente se encarga de todo. Te coloca en tu lugar. Quizá no es perfecto, pero sabes que algún día lo será. Te das cuenta de que, olvidando lo que has dejado, todo va sobre ruedas. Ves el principio de algo nuevo. Y te sientes bien. Como quien pone la última pieza de un enorme puzle, y observa la gran obra maestra. O quien escribe la última palabra de su primera canción. Es satisfactorio. Ves cómo avanzas mientras los que te quieren avanzan contigo, y ves cómo lo que no te afecta se queda atrás. No te preocupas en mirar hacia allá donde estén los demás, no te importa. Vives el momento. Y, al fin, eres feliz, locamente feliz.