domingo, 20 de abril de 2014

Crecer, aprender, lograr.

Me he dado cuenta de que la vida se resume en esos pequeños momentos que compartes con un par de personas y que duran apenas unos segundos. De que el "mañana" me da miedo porque no sé si podré mantener todo lo que tengo a mi lado hoy. He aprendido que existen personas que quieren verte bien, pero nunca mejor que ellas; y otras personas que darían lo que fuese por verte sonreír de forma sincera.

Olvidé que confiar en alguien suponía entregar la llave de mis secretos más profundos, y me lancé al abismo de la confianza sin recordar que primero debía conocer a la persona en quien depositaba mis miedos e inseguridades.

Pero crecí, y comprendí que la existencia es poco más que un suspiro de felicidad y miedo. Que el ser uno mismo implica el ser juzgado y (en menores casos) animado por unas pocas personas de alrededor. Me fijé en cómo todos somos insuficientes. Observé que somos seres imperfectos, pero que esto, a su vez, nos hacía alcanzar la perfección.

Aprendí poco a poco a perdonar a aquellos que no medían sus palabras cuando se referían a mí. Simplemente aprendí a ignorar. Ignoré, por tanto, a todos los que me decían "no puedes", y comencé a pensar que si quiero puedo, y si puedo es justo porque me dijeron que no podía.

Y ahí estaba yo, logrando obtener eso que decían era imposible. Besando la victoria por haber luchado por mí y por lo que verdaderamente me importaba. Y, sin importarme lo que opinaban los demás, conseguí lo que tanto había anhelado y aquello que pensaba era irrealizable: la felicidad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario